martes, 24 de febrero de 2015

Notas Críticas sobre el Capital Humano 4.

En esta oportunidad, presento la primera parte de la traducción de un artículo titulado "Human Capital Theory: A Holistic Criticism", cuyo autor es Emrullah Tan, un candidato doctoral de la University of Exeter en el Reino Unido. El artículo fue publicado en septiembre de 2014 en la revista Review of Educational Research, de la American Educational Research Association. (Tan, E., (2014) Human capital theory: a holistic criticism, Review of Education Research 84(3), 411-445, doi: 10.3102/0034654314532696)
Algunas gracias de este artículo son: tiene un lenguaje directo y claro, que lo hace fácil de leer; reúne variadas tradiciones de crítica a la teoría del Capital Humano; y se enfoca en el impacto del uso de la teoría en educación.
En esta primera entrega, el artículo expone sucintamente la teoría del Capital Humano y las críticas metodológicas. Para ver las demás entradas que he publicado sobre este tema, hacer click:
http://ivan-salinas.blogspot.com/2013/02/notas-criticas-sobre-el-capital-humano-1.html
http://ivan-salinas.blogspot.com/2015/02/notas-criticas-sobre-el-capital-humano-2.html
http://ivan-salinas.blogspot.com/2015/02/notas-criticas-sobre-el-capital-humano-3.html

Teoría del Capital Humano: Una Crítica Holística
La teoría del capital humano ha tenido un profundo impacto en un rango de disciplinas desde economía a educación y sociología. La teoría ha sido siempre sujeto de una crítica acérrima desde sus inicios, pero ha sobrevivido cómodamente y expandido su influencia sobre otras disciplinas de investigación. Sin sorpresa, un considerable número de críticas han sido realizadas como una reacción a esta expansión. Sin embargo, pareciera que estas críticas son más bien fragmentadas y desorganizadas. Para salvar esta distancia y organizar la crítica en una forma sistemática, este artículo toma una aproximación holística y repasa la teoría del capital humano usando cuatro perspectivas comprehensivas enfocadas en los aspectos metodológicos, empíricos, prácticos, y morales de la teoría.
Palabras clave: capital humano, economía neoclásica, teoría de la elección racional


La teoría del capital humano (TCH) no es una mera teoría en economía. Es una aproximación comprehensiva para analizar un amplio espectro de asuntos humanos a la luz de una mentalidad particular y conforme a ello proponer políticas. La educación, en este enfoque, se ubica al centro y es considerada la fuente de desarrollo económico. Por esta razón, la TCH ha sido ásperamente criticada por educadores, economistas, sociólogos y filósofos. Hay mucha crítica al respecto; sin embargo, ésta se encuentra más bien dispersa y desorganizada. Organizar sistemáticamente estas diversas críticas nos permitirá ver la imagen completa así como también el impacto de la TCH en educación y política. Por lo tanto, el artículo revisa las principales críticas a la TCH desde cuatro perspectivas diferentes. De lo que hoy sabemos, este es el primer intento por unificar una variedad de críticas a la teoría en un artículo único. Es valioso notar también que medio siglo ha pasado desde la primera publicación del libro Capital Humano de Gary Becker en 1964. En ese sentido, también sería oportuno revisar la TCH y sus resultados en este largo periodo.
Este artículo tiene un propósito dual. El primer propósito es proveer de una clara comprensión de la TCH y sus raíces. Para lograr esto, iremos hacia atrás hasta el origen filosófico de la teoría y discutiremos sobre la escuela de pensamiento desde la cual la TCH se alimenta intelectualmente. Para comprender los roles de la educación en la TCH, es necesario trazar el recorrido de los supuestos básicos de esta tradición intelectual respecto a los seres humanos. El segundo propósito es proveer un mapa comprehensivo y accesible para aquellos lectores que deseen tener una comprensión más amplia de la teoría y sus impactos. Con este artículo, se espera que los lectores tengan la oportunidad de revisar las principales críticas y las diferentes dimensiones de la teoría en un único artículo.
De acuerdo con sus propósitos, el artículo está dividido en seis partes. Primero, la TCH está brevemente resumida. Segundo, se hacen las críticas metodológicas a esta escuela de pensamiento en referencia a sus paradigmas centrales. Tercero, la teoría es examinada a la luz de estudios empíricos y teorías conflictivas con el fin de explorar si la teoría y los datos empíricos están en sintonía unos con otros. Cuarto, las consecuencias prácticas de esta teoría con las políticas educacionales serán evaluadas. Quinto, se harán las críticas morales a la teoría. Finalmente, un número de conclusiones se extraerán a partir de estas críticas.
La Teoría Resumida
El capital humano es definido como “riqueza productiva personificada en trabajo, habilidades y conocimiento” (OECD, 2011). y se refiere a cualquier reserva de conocimiento o las características innatas/adquiridas que una persona tiene que contribuyen a su propia productividad económica (Garibaldi, 2006). En esencia, la TCH sugiere que la educación incrementa la productividad y los ingresos de los individuos; por lo tanto, la educación es una inversión. De hecho, esta inversión no sólo es crucial para los individuos sino que también es la clave para el crecimiento económico de un país. Tal como Alfred Marshal (1920) lo señaló, “El capital más valioso de todos es aquel que se invierte en seres humanos” (p. 564).
El término capital humano tiene una historia larga aunque discontinua (Kiker, 1966). Sin embargo, fue formalmente introducido en la década de 1950 y su marco analítico fue desarrollado en mayor parte por académicos de la Escuela de Economía de Chicago tales como Theodore Schultz y Gary Becker. En aquel tiempo, el término capital humano era severamente criticado por algunos académicos liberales debido a su connotación negativa con la esclavitud. De hecho, incluso antes del siglo 20, el filósofo liberal J. S. Mill (1806-1873) lo criticó y notó que “siendo el humano sí mismo… no lo clasifico como riqueza. El es el propósito para el cual existe la riqueza” (mill, 1909, p.47). El teórico del capital humano Schultz (1959) se refería a esos liberales como sentimentalistas: aquellos que argumentaban que tratar a los seres humanos como si fuesen un bien o maquinaria llevaría a que se justificara la esclavitud. En aquel periodo de tiempo, este asunto era tan sensible en los estados Unidos que incluso Becker (1993a) mismo reconoció después que él más bien dudaba del título de su libro, Capital Humano, cuando estaba a punto de publicarlo porque temía la potencialmente severa crítica de los liberales. Para su sorpresa, el antes implacablemente criticado concepto se ha vuelto uno de los tópicos más populares en economía e incluso le llevaron a recibir el Premio Nobel en 1992. Aún más, el concepto ha sido ampliamente usado como un instrumento para darle forma a las políticas educativas en muchos países. Debiera notarse que el capital humano no está limitado únicamente a educación y certificación, sino que es un concepto extenso que cubre muchas áreas desde salud hasta migraciones. Pero el alcance de este artículo está confinado a educación.
La TCH deriva de la escuela de pensamiento neoclásica en economía. Por lo tanto, para tener una imagen clara y completa de ésta, necesitamos entender el modelo económico neoclásico y sus supuestos básicos respecto a los comportamientos humanos. En este modelo, se asume que los individuos buscan maximizar sus propios intereses económicos. En consecuencia, la TCH postula que los individuos invierten en educación y certificación con la esperanza de obtener un ingreso futuro más alto. Estas inversiones, como Blaug 91992) lo señala, no solo son “por el bien de placeres presentes sino por el bien de retornos monetarios y no monetarios en el futuro” (p. 207). Esta aproximación está cercanamente asociada con el individualismo metodológico. Es la doctrina que dice que las raíces de todos los fenómenos sociales pueden encontrarse en los comportamientos del individuo. Esto se ajusta al supuesto de que la formación de capital humano es típicamente realizada de forma primaria por aquellos individuos que buscan maximizar sus intereses (Blaug, 1992). Habiendo dicho esto, los economistas del capital humano no desprecian necesariamente las contribuciones no monetarias de la educación al individuo y la sociedad. Ellos también reconocen los beneficios sociales, culturales, intelectuales, y estéticos de la educación, pero éstos son llamados externalidades positivas.
Como Marginson (1989, 1993) describió, la línea de supuestos del a TCH es la siguiente: el individuo adquiere conocimiento y habilidades mediante la educación y certificación, esto es, capital humano. Este conocimiento y habilidades incrementarán su productividad en el trabajo. Esta productividad incrementada traerá al individuo un mayor salario dado que el pago a una persona, en el mercado laboral ideal, está determinado por la productividad de la persona. por lo tanto, las persona invertirán en educación hasta el punto donde los beneficios privados derivados de la educación sean iguales a los costos privados. A la luz de esta colección de supuestos, la lógica de la TCH expresa claramente que la educación y la certificación incrementan el capital humano y que ello supone una tasa de productividad más alta, lo que en consecuencia trae un mayor salario para el individuo. Basándose en esta cadena de razonamiento, puede afirmarse que la educación y los ingresos están positivamente correlacionados y que por tanto la educación/certificación debieran ser promovidas.
Críticas Metodológicas
El modelo económico neoclásico se enfoca en dos paradigmas centrales con los cuales intenta explicar los fenómenos económicos/sociales: el individualismo metodológico y la teoría de la elección racional. Estos paradigmas son revisados en esta sección, respectivamente.
Individualismo Metodológico
El individualismo metodológico (IM) es una doctrina que toma al individuo como punto de partida. Ubica al individuo al centro y enfatiza al agente humano por sobre las estructuras sociales (Hodgson, 2004). esta aproximación sostiene que para comprender los fenómenos sociales, necesitamos comprender a los individuos y sus motivos. En palabras de Bentham (1978),
La comunidad es un cuerpo ficticio, compuesto de personas individuales…. El interés de la comunidad [es] la suma de los intereses de los varios miembros que la componen. Hablar del interés de la comunidad es en vano sin entender cual es el interés del individuo. (p. 2)
De forma similar, el economista alemán Carl Menger (1985) sugiere que para comprender una economía nacional, es esencial comprender “las economías singulares en la nación” (p. 93). En esta perspectiva, una acción colectiva es un producto de deseos individuales dirigidos a promover intereses individuales. Después de todo, los miembros de asociaciones o sindicatos creen que sus intereses individuales son más eficientemente protegidos y promovidos si es que actúan juntos (Scott, 2000). La fundación de sindicatos sería sólo un instrumento o mecanismo que permite a los individuos alcanzar sus objetivos de forma efectiva (Buchanan & Tullock, 1962).
Para evitar cualquier posible confusión, es importante recordar que el individualismo político (IP) no tiene casi nada que ver con el IM. Schumpeter (1980) subraya que el primero (IP) surge del supuesto general de que la libertad, más que cualquier otra cosa, contribuye al desarrollo de los individuos y el bienestar de la sociedad, mientras el segundo (IM) sugiere que el individuo es la unidad básica de análisis social/económico. Por lo tanto, para los individualistas metodológicos, una indagación científica en estudios sociales debiese comenzar desde los individuos, sus creencias, y deseos para dar cuenta de los fenómenos sociales. Por consiguiente, es perfectamente posible que una persona pueda ser colectivista en política y un individualista metodológico en su aproximación científica dado que IM no es incompatible con la afirmación de que los individuos a menudo desean y promueven el bienestar de otros individuos (Elster, 1982).
El IM intenta hacer sentido del todo mediante el conocimiento de la unidad más básica del todo. Esta visión reduccionista se encuentra en contraste agudo con el colectivismo/holismo metodológico, que sugiere que para entender un fenómeno necesitamos entender el contexto en el cual éste ocurre. Para esta escuela de pensamiento, una comprensión profunda de la sociedad y sus dinámicas son la clave para explicar fenómenos sociales. Un fenómeno social no es un producto de comportamientos individuales; todo lo contrario, los comportamientos individuales son los productos de factores sociales, culturales y ambientales. Es decir, hay una colección de ideas y valores que se encuentran por sobre nuestra conciencia individual (Szelényi, 2011). Ellos afectan y moldean nuestra conciencia y crean una nueva colección de ideas y valores que son diferentes a los propios. Los colectivistas metodológicos concluyen que los fenómenos sociales no pueden ser reducidos al mero individuo dado que el todo es diferente a la suma de sus constituyentes individuales.
En respuesta a lo anterior, los individualistas metodológicos (Arrow, 1994) argumentan que las interacciones sociales son, después de todo, el producto de incontables interacciones entre individuos. Es cierto que los individuos no actúan por sí mismos, ellos se corresponden unos a otros pero cada individuo actúa en un cierto rango limitado por sus propias limitaciones tales como su habilidad, riqueza, y tiempo. Aún más, las propias reglas sociales e institucionales cambian como resultado de las acciones de los individuos. Instituciones sociales como la familia, el estado, y la ley emergen desde relaciones dinámicas entre los miembros de la sociedad. En el proceso de emergencia de estas instituciones sociales, cada etapa fue a menudo intencional y racional, pero los resultados finales fueron típicamente las consecuencias accidentales de una serie de actos racionales. Para aclarar este punto, Menger (1985) se refiere al origen del dinero y cómo éste llegó a existir después de un largo periodo de tiempo en reemplazo del trueque. Este reemplazo no fue intencionado al principio pero ocurrió gradualmente. En cada paso, las personas intentaron encontrar una mejor forma de reemplazar el trueque y finalmente, se reconoció que el dinero fue el medio de intercambio más conveniente. Por lo tanto, la institución del dinero es producto de una secuencia de acciones individuales racionales (Udehn, 2002). Es decir, el dinero sucede como la consecuencia accidental de esfuerzos humanos individuales sin una voluntad común dirigida hacia su creación (Menger, 1985). De la misma forma, en los estudios sociales, quien sea que quiera investigar un fenómeno teóricamente necesita volver a sus elementos verdaderos, los individuos (Menger, 1985). Eso es, antes que intentemos examinar las funciones de una institución como el dinero, la familia, o el estado, debemos analizar cuáles fuerons los motivos principales de los individuos cuando éstos formaron estas instituciones.
¿Cuáles son las implicancias del IM en el modelo económico neoclásico? Primero, con el fin de comprender una acción o un fenómeno económico/social, es necesario asumir la existencia de disposiciones individuales preferenciales y elecciones individuales como los bloques teóricos fundamentales de una indagación científica. Segundo, los resultados sociales son subproductos de las elecciones realizadas por los individuos que racionalmente buscan maximizar sus propios intereses. Por tanto, las explicaciones de elección racional son formuladas en esa línea con referencia a las intenciones y motivaciones de los individuos (Green & Shapiro, 1994). La importancia del IM podrían no ser apreciadas adecuadamente a primera vista pero el IM es el fundamento mismo en el cual la teoría de la elección racional se construye.
Teoría de la Elección Racional
El segundo paradigma en el cual se apoya la TCH es la teoría de la elección racional (TER). En esta sección, se discutirá  el origen, principios y limitaciones de la TER. Se argumentará que la TER por sí misma no es inmune a las imperfecciones; por lo tanto, la TCH, cuya raíz está en TER, está destinada a ser imperfecta también.
El Origen de la Teoría
La teoría de la elección racional provee un modelo para entender y predecir comportamientos humanos [1]. Simplemente, busca una respuesta a la pregunta sobre cuál es la forma más eficiente de alcanzar un objetivo bajo una condición dada. Es una teoría normativa y nos dice lo que debemos hacer con el fin de alcanzar nuestros objetivos. No nos dice, sin embargo, cuáles deben ser nuestros objetivos. Implica que la TER se interesa en los medios más que en los fines. Esto es, a diferencia de una teoría moral, la TER propone imperativos condicionales, lo que un agente debe hacer con el fin de alcanzar sus objetivos dado un conjunto de limitaciones (Elster, 1986).
La teoría de la elección racional sugiere que los individuos buscan maximizar sus intereses mediante decisiones óptimas en dominios completos de sus vidas. La palabra completo debiese destacarse porque el firme defensor de esta aproximación Gary Becker (1976) afirma,
Posteriormente, apliqué la aproximación económica a la fertilidad, educación, el uso del tiempo, crimen, matrimonio, interacciones sociales, y otros problemas sociológicos, legales, y políticos. Solo después de una extensa reflexión…. concluyo que la aproximación económica era aplicable a todo comportamiento humano. (p. 8)
De hecho, esta aproximación económica o economización de los comportamientos humanos se remonta al siglo 18. Fue ampliamente desarrollado por los economistas utilitaristas que defendían la medición y la comparación interpersonal de utilidad. Los utilitaristas creían que la maximización de la utilidad es un objetivo social éticamente deseable (Buchanan, 1959). Jeremy Bentham (1748-1832), el fundador del utilitarismo, reduce los motivos definitivos de todas las acciones humanas en dos: placer y dolor. Para Bentham (1789), el placer y el dolor son dos maestros soberanos de nuestras conductas que nos gobiernan en todo lo que hacemos, en todo lo que decimos, y en todo lo que pensamos. Bentham cita frecuentemente el concepto de eficacia e ideó el sistema de cálculo hedonístico con el fin de medir el probable placer/dolor de un acto específico. Este era un tipo de análisis de costo/beneficio de un acto para determinar si el acto en cuestión sería deseable o no. En este sistema, un hedón = una unidad estándar de placer y un dolón = una unidad estándar de dolor. A pesar de lo vago que este sistema puede parecer, basándose en esta cuantificación, si el placer excede al dolor, es posible decir que el acto es ético (Hinman, 2008). También es valioso notar que Bentham (1789) estaba tan apasionado con el poder de los números y la matemática que pensó que las matemáticas podrían guiar a la humanidad incluso en asuntos morales y políticos, ni qué hablar de las ciencias positivas [2].
La cientificación o matematización se convirtió más tarde en el rasgo dominante de la escuela económica neoclásica. De esta forma, la retórica de la ciencia exitosa fue vinculada a la teoría neoclásica. Si este vínculo fue planificado con antelación o no, el modelo de economía neoclásico se asoció con la economía científica,  y desafiar el modelo neoclásico parecía desafiar a la ciencia, el progreso, y la modernidad (Weintraub, 1993). Sin embargo, para algunos, la idea de la matematización era seriamente defectuosa. Por ejemplo, Paul Krugman (2009), un premio nobel, tristemente mencionaba que “la profesión económica se perdió porque los economistas, como grupo, confundieron la belleza, vestida en matemáticas visiblemente impresionantes, con la verdad” (para. 4)
Los Principios Básicos de la TER
El principio más elemental de la TER es que los individuos hacer lo que mejor pueden para maximizar su utilidad bajo las circunstancias dominantes. Como Green (2002) lo señala, “Las decisiones de las personas son las decisiones que mejor les ayudan a alcanzar su objetivos, dadas todas las [limitantes] relevantes” (p. 5). A pesar de algunos desacuerdos entre los estudiosos de la TER, los axiomas ampliamente reconocidos de la TER son la transitividad, la invarianza, y continuidad [3].
Transitividad: Si A se prefiere a B, y B a C, luego A debe preferirse a C. Las opciones deben ser internamente consistentes y capaces de ser ordenadas.
Invarianza: Las diferentes representaciones del mismo problema debiesen generar el mismo resultado incluso cuando se muestran de forma separada.
Continuidad: Si A se prefiere a B, luego la opción más adecuada cercana a A debe ser también preferida a B. (Ayton, 2012, p. 339; Sue, 2004, p.6)
Los comportamientos humanos son considerados racionales si es que éstos están en coherencia con estos axiomas, los que eran pretendidamente los supuestos que ninguna persona racional pudiera violar (anand, 1993, cited in Sue, 2004). Aunque aún es controversial incluso entre los que apoyan esta teoría, la TER es conocida por ser una teoría universalista y sus defensores creen que el modelo se aplica de igual forma a todas las personas (para una discusión detallada, ver Green & Shapiro, 1994). Para los estudiosos de la TER, “La Reglas e inclinaciones son estables en el tiempo y similares entre la gente” (Becker & stigler, 1977, p. 76). Este supuesto de homogeneidad aporta tanto una mezquindad y una docilidad teórica como la eliminación de un número frustrante de variaciones interpersonales que de otra forma necesitarían tomarse en consideración (Green & Shapiro, 1994).
Stigler (1987) clarifica en mayor profundidad y dice que existen tres características de los consumidores racionales (a) sus gustos son consistentes, (b) sus cálculos de costo son correctos, y (c) maximizan su utilidad. Un individuo racional se comporta de acuerdo a estos supuestos cuando se enfrenta a una decisión. Este agente racional es llamado homo economicus, siendo decidido, reacio al trabajo, egoísta, y un maximizador de utilidad. El homo economicus es la figura representativa con la cual los economistas convencionales intentan explicar los comportamientos humanos. La lógica tras esta figura representativa es dual: primero es formar un marco que permita simplificar la complejidad del mundo real en el cuál la cantidad de información es extensa; segundo, es crear un mundo artificial con el fin de compensar la ausencia de experimentos de laboratorio para aplicar la teoría al mundo real. De esta forma, se vuelve más fácil encontrar a un agente representativo mediante el cual los comportamientos humanos en el mercado puedan ser evaluados y predecidos. Sin embargo, ¿Existe realmente esa persona, obsesionada con una regla específica (la maximización de la utilidad), en un ambiente supuestamente determinista (Bentata, 2009)?
¿Es posible decir que los individuos promedio de la calle conoce los significados de decisión óptima, equilibrio de precios, curva de utilidad marginal, etcétera? Si la respuesta difícilmente puede ser afirmativa, ¿cómo puede el homo economicus completamente racional ser un ideal representativo de las personas legas que no tienen casi  pistas sobre economía y sus términos básicos? ¿Les hace esto menos homo economicus?
Milton Friedman (1953) entrega un ejemplo para clarificar. Pensemos en un experto jugador de billar. Aunque el jugador no está familiarizado con fórmulas matemáticas o físicas, el jugador golpea la bola
como si supiera las complicadas fórmulas matemáticas que darían la dirección óptima de trayecto … podría realizar fugaces cálculos a partir de las fórmulas, y podría luego hacer que las bolas vayan en la dirección indicada por las fórmulas. Nuestra confianza en esta hipótesis no está basada en que los jugadores de billar, aún los expertos, pueden o realizan el proceso descrito; más bien se derivan de la creencia que, a menos que fueran capaces de llegar al mismo resultado de una forma u otra, no podrían de hecho ser jugadores expertos de billar. (p. 12)
Los jugadores expertos no tienen conocimiento sobre la física, pero cuando juegan actúan como si realizaran cálculos de física Newtoniana para el movimiento de bolas en la superficie de la mesa (Glimcher, 2011). Pero si a los jugadores expertos se les preguntara cómo es posible que golpeen la bola con tal velocidad y precisión perfecta, la respuesta sería que simplemente los resolvieron (Friedman, 1953). Así, no tener información acerca de la física no impide que los jugadores ejecuten las leyes de la física. De forma similar, los individuos actúan en el mercado como si supieran las importantes funciones de demanda, equilibrio de precios, curva de utilidad marginal, etcétera. Como tales, los individuos racionalmente buscan maximizar sus ganancias bajo un amplio rango de circunstancias aunque no puedan expresarlas verbalmente en el lenguaje de la economía (Glimcher, 2011).
El ejemplo de Friedman podría llevarnos a la conclusión de que el homo economicus es una representación justa de las personas legas. Por razón de este argumento, aceptemos que los individuos ordinarios saben cómo maximizar sus propios intereses en la forma que describe Friedman. Sus decisiones son meticulosamente calculadas y finamente consistentes con sus decisiones pasadas y futuras. Pero, ¿tienen estos individuos racionales alguna debilidad del todo?
Las Limitaciones de la TER
Jolls, Sunstein, and Thaler (1998) apuntan a tres limitaciones en la TER, y con ello del homo economicus. Éstas son la racionalidad limitada, la voluntad limitada, y el interés propio limitado. Cada una se explicará a continuación.
La racionalidad limitada, acuñada por Herbet Simon (1956), indica el hecho obvio de que las habilidades cognitivas humanas no son infinitas. Los seres humanos tienen habilidades computacionales limitadas y memoria débil. Para sobrellevar esto, cuando enfrentamos un problema con una gran cantidad de información, tendemos a satisfacer opciones más que optimizarlas. La palabra satisfacer  se entiende compuesta: satisfacer y bastar [4]. En consecuencia, si estás satisfecho, estás contento con algo que es suficientemente bueno y una vez que lo encuentras, detienes la búsqueda más que perseguir la mejor (óptima) alternativa (Manktelow, 2000). Además, hacemos listas y usamos atajos mentales y reglas generales para evitar meterse con una cantidad extensa de información una y otra vez. Estos atajos en sí mismos pueden transformarse en obstáculos y producir varios comportamientos humanos que sistemáticamente difieren de aquellos predichos por la TER.
Numerosos trabajos empíricos en economía del comportamiento muestran que los comportamientos reales de las personas podrían ser incoherentes con los axiomas de la TER. Kahneman (2003) ilustró que nuestras decisiones pueden estar constreñidas por muchos factores como la intuición, la percepción, y las ilusiones ópticas. Aún más, el mercadeo y las técnicas de presentación pueden distraer nuestra atención y podríamos enfocarnos en una parte mientras ignoramos otra. Por ejemplo, las personas podrían dar una respuesta afirmativa a una consulta. Sin embargo, si la misma consulta se realiza en la forma negativa, sus respuestas podrían ser completamente diferentes a sus respuestas iniciales. Esto se denomina el efecto marco: diferentes reacciones al mismo problema dependiendo de la forma en que el problema se enmarca y presenta. Kahneman y Tversky (1981) entregaron un ejemplo sólido sobre este fenómeno. En su estudio, un grupo de participantes fueron consultados para evaluar una enfermedad que mataría a 600 personas en un pueblo y tenían que elegir una de dos opciones en dos evaluaciones separadas como muestra la Tabla 1.
TABLA 1.
El efecto marco
Primera evaluación
Segunda evaluación
Si se adopta el Programa A, se salvarán 200 personas
Si se adopta el Programa A', morirán 400 personas
Si se adopta el Programa B, existe una probabilidad de un tercio de que 600 personas se salvarán y una probabilidad de dos tercios de que nadie se salvará
Si se adoptan el Programa B', existe una probabilidad de un tercio de que nadie morirá y una probabilidad de dos tercios de que 600 personas morirán
Fuente. Adaptado de Kahneman y Tversy (1981, p. 453)


En la primera evaluación la mayoría de los participantes prefirió A en vez de B. Sin embargo, en la segunda evaluación, la mayoría de los mismos participantes favorecieron a B’ por sobre A’. Lo que es llamativo es que hay difícilmente una diferencia entre el Programa A y el Programa A’, y entre el Programa B y el Programa B’. Después de todo, que 200 personas se salven significa que 400 personas morirán. De forma similar, un tercio de probabilidad de que 600 personas se salvarán significan dos tercios de probabilidad de que todos morirán. Pero los participantes cambiaron sus respuestas diametralmente en las diferentes presentaciones del mismo problema. La razón es que la certeza de salvar personas parece más atractiva, mientras que aceptar la muerte cierta de personas fue considerado desproporcionadamente aversiva. Puede atribuirse al hecho de que las diferentes presentaciones del mismo problema pueden destacar un punto y esconder otro (Kahneman, 2003). Esto claramente viola el axioma de la invarianza, las diferentes representaciones del mismo problema debiesen llevar a la misma conclusión, y el axioma de la transitividad, las preferencias deben ser internamente consistentes. Es decir, las decisiones humanas, incluyendo las irrelevantes, pueden ser muy sensibles a manipulaciones, a diferencia del homo economicus que siempre se comporta y toma decisiones consistentemente.
Debe notarse que la literatura económica del comportamiento entrega un número abundante de casos empíricos en los cuáles los participantes se comportan más bien inconsistentemente. Estos casos desafían seriamente la TER (para revisar ejemplos notables, ver Hsee, Lowenstein, Blount, & Bazerman, 1999; Kahneman, 2012; Tversky, Slovic, & Kahneman, 1990).
El segundo concepto que Jolls et al. (1998) presenta es la fuerza de voluntad limitada. Se refiere al hecho de que los individuos pueden mostrar un conjunto de comportamientos que son inconsistentes con sus intereses de largo plazo, aun cuando estén sumamente al tanto de los impactos adversos de tales comportamientos. Ejemplos simples serían aquellos en que la mayoría de los fumadores dicen que preferirían no fumar. Consumidores de drogas al igual que alcohólicos fracasan en resistir las tentaciones de estas sustancias adictivas. Aún más interesante, figuras de alto rango como presidentes y oficiales de inteligencia pueden sucumbir a sus deseos momentáneos y destruir sus propias carreras, a las cuales le han dedicado casi su vida entera. Es más, las personas podrían no trabajar duro aunque se les requiera hacerlo, podrían no mostrar suficiente paciencia, y tienden a satisfacer sus deseos inmediatos mientras renuncian a sus intereses de largo plazo. En estas circunstancias, los individuos se desvían significativamente del modelo económico estándar y actúan en desacuerdo con la TER.
El tercer concepto que Jolls et al (1998) propone es el egoísmo limitado. Sugiere que la mayoría de las personas se preocupa de otros o actúan como si se preocuparan de otros. En muchos ambientes de mercado, las personas se preocupan sobre ser tratadas de forma justa y quieren tratar a otros de forma justa. Los individuos pueden ser tanto amables como despreciables (si no son tratados de forma justa) que el agente que postula la TER. Por supuesto, el egoísmo limitado nunca implica que las personas no están motivadas por sus intereses propios, sino más bien recuerda que el objetivo de los individuos no es solamente promover sus propios intereses. Como humanos, somos pluralistas, navegando entre nuestros propios intereses y los intereses de otros (Brown, Brown, & Preston, 2011)
Reconsiderando el Ejemplo de Friedman sobre el Jugador de Billar
A la luz de estas críticas, es valioso re-examinar al ejemplo dado por Friedman. Kahneman y Tversky (2000) preguntan, afirmando que el modelo matemático de la TER puede ser un buen predictor para estimar los comportamientos de un jugador experto, pero ¿es este modelo también suficiente para predecir el comportamiento de inexpertos, tal como un novato o un jugador intermedio? Obviamente, habrá una disparidad notable entre los desempeños de billar del jugador experto y los inexpertos. Sin embargo, la TER toma al jugador experto como la figura normativa y él o ella consistentemente saca el mejor golpe de todos los golpes disponibles. Pero los jugadores novatos e intermedios no tienen el mismo nivel de competencia en el juego. Por lo tanto, su desempeño es pobre, hacen golpes inconsistentes y, como resultado, violan el modelo normativo. Claramente, el homo economicus no es una representación adecuada para los jugadores novatos e intermedios. Kahneman y Tversky (2000) concluyen que el modelo ortodoxo de comportamiento del consumidor se basa en un modelo de expertos tipo-robot. Por esta razón, este modelo hace predicciones pobres sobre el comportamiento de consumidores promedio. No se trata de que los consumidores promedios sean irracionales o tontos. Más bien, éstos no son seres tipo-robot que consistentemente sacan lo mejor que se puede en un determinado conjunto de condiciones. Además, incluso no siempre buscan lo mejor y están contentos con las opciones racionalmente buenas.
La Relevancia
Después de ahondar en la TER, quien lee podría no ver ninguna conexión directa entre las limitaciones de la TER y la TCH. La conexión simple es que la aproximación neoclásica ubica al homo economicus al centro e intenta entender los fenómenos sociales y económicos a través de la mirada de esta persona racional. Sin embargo, un considerable número de estudios experimentales demuestran que esta persona hipotéticamente racional y maximizadora de utilidades no corresponde de lleno a seres humanos en la vida real. Así, el homo economicus no es un buen modelo para explicar una variedad de fenómenos económicos y sociales. Pero la TCH está construída en este débil modelo. Por lo tanto, la TCH tendrá los mismos defectos y limitaciones cuando intente explicar fenómenos educacionales porque sus supuestos básicos sobre los motivos, objetivos, y decisiones humanas no están bien fundamentados. Por ejemplo, la TCH asume que los individuos son racionales y que invertirán en educación mientras los beneficios marginales excedan o igualen los costos marginales. Eso es decir, como un emprendedor, los individuos estimarán los beneficios futuros de la educación y sus costos. Si la tasa de retorno a la educación es positiva, los beneficios pesan más que los costos, y por tanto los individuos harán la inversión. Si la tasa de retorno no es positiva, los individuos no continuarán con su educación (Johnes, 1993). Esta conjetura está en completa conformidad con el modelo del homo economicus. Sin embargo, se ha ilustrado que las decisiones y preferencias humanas son afectadas y limitadas por muchos otros factores tales como las habilidades cognitivas, percepciones, y hábitos de los individuos. Consecuentemente, las decisiones individuales acerca de sus propias carreras educativas son también afectadas y limitadas por factores sociales, culturales, y de otro tipo mientras el homo economicus de la aproximación neoclásica parece ser inmune a estas limitaciones.
Está también bien documentado por estudios empíricos que los individuos prosiguen un programa educativo por una variedad de razones, incluyendo la presión de sus pares, las expectativas de los padres, incluso el deseo de irse de su casa (Jenkins, Jones, & Ward, 2001), y la clase social de los padres puede también ser un factor decisivo (Bowles & Gintis, 2000). Ello significa que cada individuo está influenciado por un conjunto único de factores y motivaciones cuando planifican sus carreras educativas (Marks, Turner, & Osborne, 2003). Es particularmente el caso con la educación post-obligatoria, dado que tienen las características de los bienes posicionales, que proveen una ventaja relativa en la competencia por el empleo, estatus social, etcétera (Hirsch, 1976). Por ejemplo, Purcell y Pitcher (1996) destacaron tres categorías amplias de razones para ir a la universidad: hedonísticas (goce), pragmáticas (empleo), y fatalísticas (razones pasivas tales como presión parental). Esto indica que a diferencia de lo que propone la TCH, las decisiones acerca de renunciar o continuar en la educación no son un proceso completamente racional basado en un exhaustivamente calculado análisis de costo-beneficio. Por lo tanto, el principal paradigma del modelo neoclásico es seriamente defectuoso. Esa es la razón por la cual la TCH, basada en estas premisas defectuosas, está destinada a fracasar cuando explique un número significativo de casos que toman lugar en la vida real.
¿Por Qué la TER es Tan Popular?
Si la TER sufre de serias limitaciones, ¿por qué es aún tan popular y por qué los economistas convencionales no abandonan esta teoría? Primero que todo, los teóricos de la elección racional están también bastante al tanto de estas limitaciones. Incluso el mismo Becker describe su actitud como “una pasión irracional por la racionalidad desapasionada” (citado en Herfeld, 2012, p. 77). Aún así, los partidarios de esta teoría argumentan que una teoría debiese ser evaluada en base a su habilidad de predecir comportamientos humanos más que en su precisión descriptiva (Friedman, 1953). En lenguaje simple, esto significa que la TER no funciona siempre pero funcionará usualmente en muchas instancias dado que su capacidad predictiva para explicar los comportamientos humanos es suficientemente fuerte. Por esta razón, a pesar de un número cuantioso de ejemplos contrarios, la TER es considerada como la mejor aproximación al comportamiento humano, basándose en los supuestos razonablemente simples que generan predicciones bastante precisas (Arley, 1998, cited in Luth, 2010). Más importante, la TER provee un modelo que es fácil de desafiar pero difícil de reemplazar. Amartya Sen (1990) destaca este punto:
A pesar de que las incompetencias de la [TER] … se han vuelto difíciles de negar. No será una tarea fácil el encontrar reemplazos para los supuestos convencionales del comportamiento racional… tanto porque las deficiencias identificadas han sido vistas como llamados a remedios algo divergentes, como porque hay poca esperanza de encontrar una estructura de supuesto alternativo que sea tan simple y utilizable como los supuestos tradicionales de maximización del interés propio, o la consistencia de la elección. (p. 206).
La siguiente sección se enfocará en las áreas en que la TCH no hace buenas predicciones.

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[1] Dado que los términos racionalidad y utilidad serán frecuentemente usados en este artículo, es importante notar la diferencia entre las consideraciones clásicas y neoclásicas de racionalidad. Una distinción se hace entre racionalidad gruesa y racionalidad delgada. En la racionalidad gruesa, adoptada por la aproximación clásica, existe un objetivo definido como la felicidad, riqueza, o poder. El propósito de un acto racional es incrementar estos objetivos definidos. Por otro lado, en la racionalidad delgada, adoptada por la aproximación neoclásica, no existe un concepto predefinido como el fin último. La racionalidad, en esta consideración, es tomar la decisión óptima sea lo que sea que quieras obtener. No hay una utilidad especificada y la utilidad es un tema de inclinación personal más que un concepto predefinido (Hechter & Kanazawa, 1997).

[2] Sería completamente equivocado sugerir que la comprensión neoclásica actual se basa en el utilitarismo de Bentham. Hay diferencias fundamentales entre los dos. Un ejemplo significativo es sobre si la utilidad es cardinal u ordinal. Esta distinción (cardinal u ordinal) tiene implicaciones extremadamente significativas en economía, pero no son relevantes de mencionar acá. Más bien el punto es que Bentham era objetivista y creyó estrictamente en la ciencia, la conmensurabilidad, y la cuantificación. Lo mismo puede decirse de la aproximación neoclásica.

[3] Existen otros axiomas de la TER tales como la dominancia y la completitud, pero para el propósito de este artículo no hace ninguna diferencia el incluirlos. Debe también mencionarse que hay diferentes perspectivas respecto a la importancia de los axiomas de la TER tales como que cada axioma de la teoría no es igualmente importante. La transitividad, por ejemplo, podría no ser un requerimiento tan esencial de la teoría, mientras que la invarianza sí (Ayton, 2012).

[4] Nota de traducción: En la publicación original se usa el término satisfice como un término compuesto entre satisfy y suffice, que son los términos traducidos en este escrito.

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