domingo, 15 de febrero de 2015

Notas críticas sobre el Capital Humano 3.

Siguiendo con los posts sobre Capital Humano, hago entrega de la segunda parte de la traducción libre del artículo de Samuel Bowles y Herbert Gintis (1975), “The Problem with Human Capital Theory – A Marxian Critique”, publicado en la revista The American Economic Review Vol. 65, No. 2. En la primera parte, Bowles y Gintis exponen sus críticas a la Teoría del Capital Humano en términos de la demanda de las empresas por Capital Humano y la Oferta de Capital Humano. En esta parte, se dedican a analizar los retornos de la escolaridad y las implicancias y conclusiones de este artículo.





El problema con la Teoría del Capital Humano - Una crítica Marxista (parte 2)


III. Los Retornos de la Escolaridad
¿Por qué existe un retorno neto positivo a la inversión en recurso humano? ¿Qué explica el patrón de sus tasas de retorno? El analista del capital humano, equipado con nada más que una teoría tipo caja negra tanto de la empresa como de la escuela, está forzado a ofrecer explicaciones ya sea superficiales (oferta y demanda) o engañosas (la interacción entre gustos, tecnología y habilidades). En la medida que cualquier explicación más específica es sugerida -por ejemplo, que la escolaridad incrementa la productividad a través del aumento de las capacidades cognitivas individuales, y que las habilidades de aprendizaje difieren-, la teoría del capital humano, como lo hemos demostrado, es sustancialmente incorrecta. Y no es que estas preguntas no tengan importancia. De hecho, la interpretación de la tasa de retorno al capital humano descansa en su respuesta.
                Nuestra teoría alternativa de los recursos humanos, bosquejada brevemente en las dos secciones anteriores, sugiere la siguiente respuesta a la primera pregunta, dirigida específicamente al caso de la escolaridad. En el modelo de empresa propuesto más arriba, el salario podría, bajo algunas condiciones, reflejar el producto marginal del ingreso. Pero la escolaridad incrementará este producto marginal del ingreso de diversas formas. Primero, la inversión en educación podría incrementar la fuerza de trabajo del individuo, ya sea incrementando sus habilidades y capacidad productiva, o a través de disponer de credenciales que aumentan la autoridad supervisora. Segundo, la escolaridad podría incrementar la facilidad con la cual el empleador puede extraer trabajo de un trabajador con una fuerza de trabajo fija, a través de generar y seleccionar los patrones motivacionales individuales más compatibles con la estructura de poder basada en clases y los mecanismos de incentivo de la empresa. Tercero, el trabajador educado podría ser más valorado a través de su impacto global en el tamaño de la cuenta del pago de salarios, en el sentido de que la segmentación de los trabajadores por ingreso y características de estatus inhibe la formación de coaliciones de trabajadores capaces de contrarrestar el poder del capitalista.
Podríamos agregar que, dado el rol esencial de la educación en reproducir el orden capitalista global, la clase capitalista tiene un interés en escolarizar que trasciende cualquier cálculo reducido del producto marginal del ingreso a nivel de empresa. Dado que la clase capitalista persigue sus intereses de largo plazo a través del estado, y en buena medida a través de su influencia en la política educacional, la estructura de las tasas de retorno a la educación reflejarán los a menudo contradictorios requerimientos de la producción capitalista y la reproducción de la estructura de clase. Se sigue de este análisis que no existe razón alguna para esperar una igualdad en las tasas de retorno, ya sea entre diferentes tipos de escolaridad o entre escolaridad y otros tipos de inversión.
Incluso reduciendo la atención a la empresa capitalista individual y así eliminando la colusión de clases capitalista, nuestra interpretación sugiere una estructura de tasas de retorno que corresponde en términos generales al patrón observado. El retorno económico a la escolaridad y a la edad es en gran medida un retorno a una característica que permite el ejercicio de autoridad legítimo y efectivo sobre los trabajadores. Los trabajadores negros y las mujeres, los que son generalmente excluidos de ejercer autoridad sobre otros trabajadores, a no ser que sean los de su mismo sexo o raza, están por esta razón sujetos a obtener menores retornos por su escolaridad. Más aun, los trabajadores menos educados tienen, por la misma razón, pocas posibilidades de obtener un retorno alto a la edad; análogamente, los trabajadores más jóvenes, incluso blancos y hombres, deben generalmente esperar por la llegada de unas pocas canas antes de poder beneficiarse de retornos sustanciales a la escolaridad. Esta interpretación, basada en la necesidad del capitalista de legitimar y reproducir las estructuras de poder empresarial, entrega, creemos, una explicación mucho mejor de los patrones reales de las tasas de retorno que la que ofrece la teoría del capital humano. En nuestra visión, las explicaciones ad-hoc y no particularmente atractivas de los teóricos del capital humano para explicar los patrones observados de las tasas de retorno son sintomáticas de la limitación de su aproximación al tema.
IV.  Implicancias y conclusiones
Concluida nuestra crítica de la teoría del capital humano, aunque sea abreviadamente, nos falta delinear algunas de sus implicancias. Nos concentraremos en tres grandes áreas de aplicación de la teoría: contabilidad del crecimiento, distribución y políticas públicas. La aproximación del capital humano al crecimiento económico exhibe las debilidades de la teoría de manera particularmente directa: todos los factores podrían “contribuir al crecimiento,” y superando ciertos problemas técnicos, estas contribuciones pueden ser determinadas y sumadas. La tarea de los investigadores del capital humano es, por tanto, determinar la contribución precisa de la inversión en recursos humanos. Incluso si tal agregación e imputación fuera abstractamente posible (la cual la ya bien desarrollada crítica de Cambridge diría que no lo es) deja las preguntas básicas sin ser establecidas, y mucho menos contestadas. Porque debemos preguntarnos no sólo cómo las variaciones en el nivel de inversión afectan el nivel de producción y las tasas de crecimiento, sino también cómo la estructura de formación de capital humano afecta las relaciones sociales de producción y la evolución de las relaciones de clase. En nuestra formulación, la escolaridad podría influenciar positiva o negativamente la tasa de crecimiento en formas que van mucho más allá de la noción del teórico del capital humano de “calidad del trabajo”: mediante su rol en la extensión y reproducción del sistema de salario-trabajo, a través de su capacidad de atenuar el conflicto de clases y así alterar la tasa de acumulación del capital, etcétera. De hecho, dado que una alternativa más productiva y menos irracional del capitalismo existe, y dado el rol de la educación en reproducir el orden capitalista, la contribución de la escolaridad al crecimiento en la última mitad de siglo puede que haya  sido en promedio negativa.
Una estrechez similar se exhibe en la aproximación de la teoría del capital humano respecto a la distribución del ingreso. El ingreso familiar es la suma de los retornos de varios factores “pertenecientes” a la familia. De esta forma, una medida de desigualdad de ingreso familiar puede ser descompuesta en las dispersiones de los retornos de quienes “poseen” los factores y sus covarianzas. La contribución de los cambios en la dotación de factores, por ejemplo, a través de igualación educacional, a la distribución del ingreso, puede ser calculada así. Las debilidades metodológicas de esta aproximación son considerables.
Primero, en la formulación del capital humano la distribución de ingreso está determinada únicamente por las condiciones de oferta de trabajo; las condiciones de demanda son consideradas de una forma muy abstracta y oscura. Consideraciones macroeconómicas, estructura de mercado, cambio tecnológico, dualidad económica y otros aspectos presumiblemente centrales del problema de distribución, son ignorados. Quizá aún más serio es el supuesto ingenuo de que las regularidades descriptivas poseen poder explicativo. Es probable que las regularidades básicas en la distribución del ingreso no estén directamente relacionadas a diferencias de recursos humanos sino a características estructurales de la economía capitalista, afectadas por el poder relativo de varias clases, razas, sexos y otros grupos. Las diferencias de recursos humanos facilitan las asignaciones de individuos en un arreglo de posiciones económicas cuya estructura de ingresos está determinada en gran medida de forma independiente de la distribución de recursos humanos.
La relación entre escolaridad y distribución del ingreso no puede ser entendida mediante un modelo que carece de una teoría de la reproducción, pues un aspecto central de esta relación es el rol que juega el sistema escolar en legitimar la desigualdad económica. De esta forma, es ilógico suponer que la reducción en las desigualdades de distribución de escolaridad pueda llevar a cambios en la desigualdad de ingresos en una dirección en particular. Cambios sustanciales en la distribución de recursos humanos estarán predeciblemente asociados con cambios en las relaciones estructurales (funciones de ganancia) que relacionan escolaridad con el ingreso individual. De hecho, una ecualización de la educación podría reducir radicalmente la desigualdad económica, no directamente, sino socavando la legitimidad de la desigualdad y elevando así el potencial para una reorganización completa de las instituciones económicas basadas en las luchas de clases conscientes y otros conflictos políticos.
Finalmente, la contribución de la teoría del capital humano, a través del análisis del gasto público, a una política social balanceada es mínima, cuando no realmente perversa. La visión del capital humano, particularmente cuando es aplicada a la escolaridad, contiene una de las limitaciones más conocidas del análisis del gasto público: el supuesto de la determinación exógena de preferencias individuales es fundamental para el análisis neoclásico de costo-beneficio, pero el sistema educacional es un ejemplo claro de una institución dirigida a la alteración misma de tales preferencias. Dado que los retornos económicos a la educación están relacionados funcionalmente con su impacto en otros aspectos relevantes de bienestar individual (personalidad, conciencia, auto-concepción, y conducta interpersonal), la tradicional defensa del análisis costo/beneficio –la separación rígida entre bienestar “económico” y “no económico”- contiene poca consistencia lógica.
De nuevo, el error del enfoque del capital humano descansa en su visión parcializada de la producción y su separación de la reproducción social. Por ejemplo, la naturaleza represiva de la escuela, difícilmente un aporte al bienestar de la humanidad, es una parte integral de la producción de una fuerza de trabajo disciplinada y está directamente relacionada a las relaciones sociales de reproducción. De la misma forma, la perpetuación del racismo, el sexismo y el elitismo en nuestras escuelas no podría ser para los teóricos del capital humano algo que conduzca al bienestar o al menos que le sea neutro. Sin embargo, estos aspectos de la escuela juegan un rol esencial en la reproducción del orden capitalista, un rol inseparable de la capacidad de las escuelas para producir “buenos” trabajadores. Al retraerse de las relaciones sociales de producción y el rol de la escolaridad en la reproducción del capitalismo, los teóricos del capital humano han planteado un marco normativo unidimensional para el análisis de las decisiones educacionales que no tiene relación con el bienestar humano.
La teoría del capital humano, como el resto de la economía neoclásica, pone en último caso las fuentes de la felicidad y la miseria humana en una interacción de la naturaleza humana (preferencias y “habilidades”) con la naturaleza en sí (tecnologías y recursos). Este marco entrega una apología elegante para casi cualquier patrón de opresión o desigualdad (bajo el capitalismo, el socialismo de estado o lo que fuere), pues atribuye finalmente las enfermedades sociales o personales ya sea a un defecto de los individuos o los inevitables requisitos de producción. Entrega, en síntesis, una buena ideología para la defensa del status quo. Pero es una ciencia carente para entender ya sea el funcionamiento de la economía capitalista como el camino a un orden económico que conduzca a la felicidad humana.
Referencias
J. Binstock, “Survival in the American College Industry,” Brandeis Univ., unpublished doctoral dissertation 1970.
S. Bowles and H. Gintis, Education and Capitalism in the U.S., New York 1975
R. C. Edwards, “Individual Traits and Organizational Incentives: What Makes a ‘Good’ Worker?,” In Education and Psychological Measurement, 1975
M. Katz, The Irony of Early School Reform, Cambridge, Mass. 1968
M. Kohn, Class and Conformity, Homewood 1969
E. B. Leacock, Teaching and Learning in City Schools, New York 1969

D. Tyack, The One Best System: A History of American Urban Education, Cambridge, Mass. 1974

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