viernes, 18 de noviembre de 2016

Opinología Cultural: El Primero de la Familia

La película "El Primero de la Familia" es quizá lo más expresivo de la desafección del Chile actual. Y quiero comentarla porque me siento parte de ese Chile desafectado. Lo haré contando mi propia experiencia.



Marché (harto) en la primera mitad de la década de los 2000. No solo marché, sino también participé organizando marchas, de esas en las que costaba sacar 3000 personas a la calle... Eso era harto. Cuando mataron a Daniel Menco en 1999, creo que fue una marcha de unos 15.000 a 20.000 en Santiago. Pero más allá de eso, muy difícil.
A pesar de que aprendí muchísimo, había algo incómodo de esas marchas. En general, estuvieron lideradas por la izquierda tradicional, que mi candidez juvenil no alcanzaba a comprenderla como gente cuica. Pero lo eran. Una vez mi papá, mirando las noticias sobre el conflicto estudiantil de esos años (la rutina anual del déficit del Fondo Solidario de Crédito Universitario), me preguntó "¿quién le paga la U al presidente de la Fech?" Yo entendí que había un sesgo de clase fuerte en la educación. Pero llegar a la Universidad de Chile (el primero de la familia) lo ponía de forma cruelmente más notoria. Era fundamentalmente incómodo cuando pasaban las marchas frente a universidades privadas, gritando "¡500 puntos! ¡500 puntos!" Para qué decir los gritos de arrogancia a la policía. En esa masa, nadie podría entender que los "niñitos rubiecitos del barrio alto" y de las universidades pidieran más plata. Pero llegó el 2005, y resultó que ya no había tanto niño rubio dirigiendo asambleas universitarias para sacar a 30.000 personas a la calle.
Porque fuimos metiches, logramos saber que en la U de Chile casi un 40% de los estudiantes tenía deudas morosas de aranceles. Teníamos deudas morosas. Los mismos chiquillos dirigentes de la izquierda tradicional se burlaron de nuestra prioridad con los endeudados. Pero no entendían que había un mundo afuera, donde las deudas eran el cántico del estudio y de la sobrevivencia. Y cuando digo "afuera", me refiero a su mundo social: lo que caía fuera de sus sobremesas, de sus celebraciones de cumpleaños, de sus barrios, de sus vacaciones pachamámicas. Había un mundo que era incapaz de organizarse porque ¿quién piensa en organizarse cuando tiene que hacer el mes para pagarse la comida o el pasaje para ir a estudiar? Yo trabajaba de pasapelotas en un hotel de ricos de Santiago para costearme el pasaje semanal a la Universidad. Le pasaba pelotas a gente que era amigos "de la U" de dirigentes socialistas. Trabajaba para gente de mi edad, que estudiaba quizá lo mismos cursos en otra facultad de la U. Y jugaba tenis los fines de semana. Pero claro, la educación era vendida como el "igualador social".
Afortunadamente, el 2005 nos pilló mejor parados. Digo "nos" porque hablo del sector social ese que se puso a estudiar primero en su familia, llenando las universidades multinacionales que crecían y crecían en Chile. Mientras la élite dirigencial tradicional se preocupaba de "la calidad", yo imaginaba ¿cuánto más leeremos ahora que tenemos que hacerlo? ¿cuánto más significa que una joven destinada a trabajar de forma precaria ahora tuviera la oportunidad de formarse, aunque fuera en el mercado y con deuda, pero formarse? Ese año perdimos contra los bancos. Lagos y Bitar crearon una maravillosa máquina de explotación de "los nuevos futuros profesionales", al que llamaron Crédito con Aval del Estado. Un desangramiento de dineros públicos hacia los bancos, mientras estudiantes salen con deudas millonarias por estudiar. Salimos con deudas millonarias por estudiar. Pero igual nos ilustramos.
De allí que esta película sea tan reveladora de lo que no eran -sin culparles- esos sesudos dirigentes estudiantiles de inicios de los 2000: gente que no tiene como parar la olla, pero que estudia igual. Gente que no teníamos como parar la olla y estudiamos igual. Gente que no teníamos las cuentas y cuentas de libros que ostentan esas familias clasemedianas, pero que tuvimos que leer filosofía, historia, y ciencia, y matemáticas, y los lenguajes exóticos de esta globalizada contradicción. Y nos sacamos la chucha haciéndolo. Y más cuando buscamos organizarnos, pues éramos los pungas, los flaites que se metían a "hacer política" en el terreno de aquellos que crecieron viendo profesionales en sus sobremesas, conversando de la política y lo importante del voto y la República. Algunos de esos pungas nos ganamos becas de post-grado y nos fuimos lejos, por años, a entender todo lo que a otros les llegó con la cuna. Y de pasadita, nos entendimos un poco más a nosotros.
Yo aún no puedo hablar de cultura con esos dirigentes. Y es que no la tengo, o al menos no tengo la misma cultura que ellos. No fui a sus museos ni teatros, ni escuché su música, ni leí sus libros. Mi niñez fue de "Cachureos" en una tele blanco y negro y pichangas urbanas. Mis primeros diccionarios mi madre los compraba por capítulos a los vendedores ambulantes de las micros. Reader's Digest era mi vínculo con la globalización. Y la tele y su "Casa en la Pradera" o sus dibujos animados japoneses y gringos. La globalización colonizante me formó, como lo hizo con tantos. Nos formó la cultura neoliberal. Siempre tuve que llenar formularios para todo. Siempre tuve que ser "seleccionado" para acceder a eso mismo que pregona esta vida ultra ideológica y liberal: el mérito de la educación. Tenía que merecer el merecimiento.
Por lo mismo ¡Qué gran fiesta poder entrar a la Universidad! Mi tía tuvo que prestarme la plata para matricularme pues yo no tenía. Imaginen eso: la materialidad del sistema golpeando al merecimiento de tu mérito. Yo tuve suerte, y quizá algo de compulsión obsesiva por acceder a ese mundo, por arrancar del mío y mis propios miedos. Y es que, ¿quién no? Pero yo era El Primero de la Familia.
¿De qué se habla en las "nuevas sobremesas" de esos nuevos profesionales? En el seno de nuestras vidas sociales hay un choque cultural que aún no entendemos, y que "El Primero de la Familia" retrata tan vivamente. Un joven silente en su casa, en su vecindario. Parece no tener de qué hablar con ellos. Pero ese mismo joven es el orgullo de su familia, de su abuela querendona, de su padre perdedor, de su madre enferma, de su hermana adolescente arrinconada por la vida real de los "no seleccionados", del vecindario abandonado en su suerte. Mientras lee sobre anatomía ocular, tirado en una cama de una pieza que comparte con su hermana (y que ese día comparte con su abuela), el joven Primero en su Familia no habla de nada. Simplemente está. Prepara su maleta y su viaje al tiempo que contempla con quizá qué cruce mental lo que ocurre en su casa: la inundación de la mierda, su hermana embarazada a los 15, su madre y la porfía, su padre y su actitud de soy-macho-todo-lo-resuelvo-y-al-final-la-puro-cago. Y el orgullo. Pero, ¿de qué hablan? Todo su mundo parece esforzado en irse. "¡Menos mal que tienes la suerte de irte de esta mierda!" creo que le grita su hermana en un momento. Y en su interior, el Primero de la Familia debe sentirlo tan cierto y tan culpable. Tanto que se vuelve silente y algo sórdido. Está solo y rodeado de orgullo, de "orgullosidades".
Chile engendra una proto-clase social. Una a la que la vida le parece realmente un mérito y que amenaza las posiciones de los que tradicionalmente han sentido ser esa clase meritoria, esa que tiene "la cultura", "las artes", "los oficios". Los tradicionales que quizá consciente o inconscientemente piensan que ese Primero de la Familia no debió nunca ser dueño de la beca que se lo lleva a Europa. Que esas becas son "para gente bacán". No para "otros". No para nosotros. No para quienes encarnan en su vida la sordidez de su precariedad social y económica, sus gustos poco refinados, sus conversaciones sin sustancia literaria. no para quienes cargan las tremendas ganas de escapar de esa sordidez y precariedad, con la culpa a cuestas, con la vida nueva a cuestas. Somos los que jugamos el juego con lo que teníamos. Y ahora, quizá, no nos queda otra que hablar entre nosotros, reconocernos en este juego y buscar pasar a la historia. Esta película es un gran motivador de ese diálogo. Les recomiendo verla.










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