miércoles, 2 de febrero de 2011

Lleve de lo bueno: el mercado de las luchas


Como dice la canción de Juana Fe: lleve de lo bueno (bonito y barato, pero principalmente bonito). Si usted es una mujer que vive las contradicciones de la vida (post)moderna, puede unirse a la lucha feminista, que tiene un abanico de influjos ideológicos en sí misma. Si usted es un hombre sensible a la desigualdad de género, puede unirse al colectivo de varones antipatriarcales. Si usted es gay o su comportamiento sexual aun no puede definirlo dentro de alguna categoría de género tradicional, puede unirse a un colectivo que abogue por los derechos de las minorías sexuales. Si usted es defensor de alguna causa ambiental, puede buscar organizaciones que se unirán a esa causa. Si usted cree que las minorías étnicas merecen respeto, puede también adherir a una causa relacionada. Si cree que su consumo recreacional de drogas merece un espacio de reconocimiento legal, únase a un grupo para legalizar la marihuana (y compre su revista).

Sólo basta que ponga en un motor de búsqueda por internet algo así como “por la defensa de [poner acá lo que quiera defender]” y probablemente encuentre algún grupo que defienda lo mismo que usted defiende. La lista es larga, tanto como pueda la imaginación para definir un problema que signifique que alguien sienta amenazado algún valorado ámbito de la vida o de la experiencia individual. Ese es el mercado de las luchas.
La otra parte del mercado es el comprador. Para ser parte de la lucha, usted puede comprar chapitas, posters, ropa estampada, e incluso películas y libros (aunque esos pueden ser los últimos en comprarse, lo importante es mostrarles a los demás que usted está en la lucha). Si quiere complementar el se puede unir a una marcha, o armar un grupo de canto y poesía que exprese la sensibilidad por la defensa que usted promueve, o armar un grupo en facebook, o asistir a algún cine alternativo que promueva la lucha por rescatar los cines alternativos, o postular a un Fondart para expresar alguna lucha anticapitalista financiada por el Estado capitalista y neoliberal. Lo importante es mostrar que usted se preocupa de estas cosas, de que es consciente. Es aún más importante si es que usted tuvo la dicha, fortuna, o camino normal de asistir a esas casas de estudio en donde no tener una lucha es casi mal mirado. Ahí sí que tiene que demostrar que a usted le importa el producto que compra.
Comprar una lucha puede no salirle tan caro, si, por supuesto, usted cuenta con los recursos, sean en capital cultural, o en capital monetario. Hay tantas que pareciera que las leyes del mercado se cumplen. Todas le quieren ver a usted en la lucha, y por lo tanto usted puede ser parte de más de una lucha al mismo tiempo. Así, puede unirse a defender a las ballenas comprando un autoadhesivo para pegar en el vidrio trasero de su auto, y al mismo tiempo ser parte de un grupo de facebook por la defensa de los derechos humanos de los animales explotados por los circos y el rodeo. Y es que cada lucha a la que usted adscribe define su identidad. Si no le cree a esas luchas liberales, se puede unir a las luchas conservadoras, que requieren por sobre todo un apellido de alcurnia, y tal vez una parroquia de algún barrio pudiente, una empresa con responsabilidad social, o un partido político que lo acepte para vivir la experiencia de la carencia y así luchar para acabar con la pobreza en el mundo. Pero tenga cuidado. No ose meterse a esas luchas en las que los carabineros vigilan, o en las cuáles la gente porta carteles con faltas de ortografía. Esas pueden salir más caro, e incluso costarle una agresión física de parte del Estado opresor personificado en un hombre (o mujer) vestido de verde. A lo más, si cree que tiene un buen grupo de amigos que se encapuchan en ciertas fechas conmemorativas, podría unirse a un grupo de choque anarco-violentista. Pero esas luchas también son más caras. Le pueden incluso costar un rato en cana. Aunque a veces eso puede ser un capital para otras luchas.
Las democracias liberales del mundo occidental han establecido poderosas formas de organización social que permiten a usted “elegir” una lucha. Las complejidades de la vida moderna del siglo XX (y XXI), la creación de espacios de urbanización, y los cambios en los patrones de producción económica han permitido cuestionar ese determinismo izquierdoso que asume dos grupos en oposición, cuya principal lucha y definición sería el control sobre los medios de producción económica, y que el capitalismo y sus contradicciones llevaría a eventos históricos cuyo desenlace sería conocido. Y ese determinismo social le respondía a esa extraña idea de que los hombres (no habían estudios de género entonces) podían decidir qué vida llevar en base a lo que su egoísmo le dictaba. Aunque ese determinismo sea una forma limitada de ver los problemas del mundo moderno, quizá lo importante de resaltar no es necesariamente la construcción de la historia futura, sino la capacidad analítica en lo que se planteaba. Básicamente se trataba de definir las categorías sociales basadas en las formas de opresión de un grupo sobre otro, y cuya expresión tendría un carácter material. O sea, las luchas nacen del ejercicio de la política, y por tanto la identidad que lucha deber ser un grupo social definido por relaciones sociales de poder.
Evidentemente el mundo moderno y su idealismo desfiguraron esa capacidad analítica para definir grupos sociales, no porque las relaciones dejaron de existir, sino porque se hicieron más complejas de visualizar. Se abrió un campo de complejidades de experiencias en donde no solo el espacio de lucha por los medios de producción económicos se hacen necesarios, sino también el de los medios de producción cultural. El problema es que la definición de cultura no estaba clara, y tanto debate lleva hoy a un arreglo de luchas en que lo cultural, como expresión estética, es más importante que su expresión política. Y de allí que el mercado pueda absorberlo tan bien, pues al final, especialmente en su versión post-moderna, el mercado es acerca de la identidad de consumo.
Una pregunta que queda es ¿qué categorías sociales permitirían hoy, entre tanto elemento de lucha identitaria marcada por el liberalismo cultural y económico, discriminar y acercar las identidades políticas que han podido penetrar los resquicios de la lucha política real? La respuesta tal vez esté en buscar nuevamente las relaciones sociales de opresión, y no solo su expresión de mercado, sino las formas que la originan. Por supuesto, no es tarea fácil, pero hay que hacerle el empeño si es que se quiere provocar algún cambio social, particularmente en las relaciones de fuerza que hoy hegemonizan nuestra vida privada y pública.

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