miércoles, 7 de abril de 2010

¿Qué tan fácil es ser profesor?

Imagínese esto. Un ingeniero "exitoso" un día decide comenzar a trabajar como profesor. Sus amigos le dicen: "ah weón, ¿cómo cresta te vas a trabajar de profesor?, si en esa weá pagan un moco." Otro ingeniero, el "fracasado," le dice a un amigo que decidió buscar pega como profe. Su amigo le dice: "ah weón, demás te dan pega, si es terrible de fácil ser profe. Lo único que tienes que hacer es pararte y hablar, y si los cabros chicos o los weones se portan mal, los rajai con puros unos."

Ahora imagínese otra historia. Un profesor de esos que trabajan a contrata y que le descuentan sus sueldos después del terremoto, le cuenta a un amigo que decidió trabajar como ingeniero, porque ahí, con la reconstrucción, es donde está la pega. Un amigo de ese profesor probablemente le diría para trabajar como ingeniero tiene que estudiar ingeniería.

¿Cómo se explica en en una sociedad la idea de enseñar signifique algo tan trivial, tan poco comprendido como una actividad digna de un PROFESIONAL? Mucho juega en disminuir el estatus de profesor como profesional. Podemos hablar, sólo por nombrar algunos elementos, de sus bajos sueldos, de su composición de género y clase, o de la naturaleza más instrumental de su actividad (mantener "encerrados" y "disciplinados" a niños que por obligación asisten a las escuelas). Por mucho que valoremos a nuestros profesores en términos emocionales, y culpemos a las escuelas y su estructura por no permitir que los buenos profesores sean más reconocidos, creo que los medios, los políticos y las mismas dirigencias de los profesores contribuyen a crear una conciencia, casi socializada por completo, de que ser profesor es una labor fácil y que es realizada por personas "entrenadas" y no por profesionales creativos, con un conocimiento único, y preocupados de los aprendizajes de los niños que son encerrados obligatoriamente en las escuelas.

Me quiero referir a eso, justamente a esa forma de valorar la labor docente mientras cumpla lo que "otros," ajenos a las labores cotidianas de controlar a niños y jóvenes obligados a permanecer en sus escuelas, han definido como importante que los profesores HAGAN. Por ejemplo, el diario de circulación nacional de la élite publicó una editorial en la que defiende las medidas del gobierno de Piñera en términos de definir una evaluación docente "técnicamente adecuada" que sería la que permite definir una carrera profesional "meritocrática." La opinión añade además la idea de remunerar a los profesores de acuerdo a los resultados de sus estudiantes en pruebas estandarizadas. Repito, estudiantes que son obligados a permanecer encerrados en escuelas y liceos mientras sus padres trabajan o se dedican a otras actividades. ¿Le habrán preguntado a los profesores qué es lo que se tiene que evaluar y cómo se puede evaluar? Ya veríamos qué diría otro cuerpo profesional si un diario, y todos los políticos, opinaran sobre qué es ser y lo que debe hacer un buen médico, abogado, o ingeniero. ¿Podrían los editoriales de ese diario de la élite atreverse a decir que a los médicos deberían pagarles de acuerdo a cuántos muertos tengan o vivos puedan salvar?

La idea de que es fácil formar y formarse como profesor y enseñar es peligrosa si es que se quiere acceder al desarrollo de una sociedad mediante la educación y la extensión y creación del conocimiento. Por ejemplo, Katerine Pavez una periodista que se cambió de carrera cursando el programa Enseña Chile nos cuenta de su experiencia y de las dificultades que ha tenido como profesora en un liceo de Puente Alto. ¿Podrá su corta formación como profesora mantenerla enseñando en ese mismo liceo, o se arrepentirá y buscará nuevamente trabajo como periodista? Ojalá nos siga contando. Enseña Chile es una adaptación criolla de Teach for America en USA, un programa destinado a profesionales de otras carreras, que son formados como profesores en un periodo corto de tiempo, después del cual deben trabajar por otro periodo, ej. dos años, en una escuela urbana. Teach for America busca aumentar la oferta de profesores en lugares donde la gran mayoría de los profesores estadounidenses no quieren enseñar: las escuelas urbanas étnica y racialmente diversas y localmente segregadas, con muchos estudiantes que están aprendiendo inglés, y cuyos sistemas escolares son incapaces de retener a un cuerpo profesional compuesto en su mayoría por mujeres caucásicas de la clase media. En Chile el desafío parece ser diferente: mejorar la calidad de la educación. Sin embargo, el modelo adaptado es igualmente peligroso, pues asume que una corta preparación otorgará las herramientas y conocimientos suficientes para ejercer en escuelas y liceos como el descrito por Katerine, nuestra nueva profesora que lidia con las vicisictudes diarias de la profesión docente.

El respeto (o la falta de respeto) por la profesión docente parece estar enraizada profundamente entre las viejas y nuevas generaciones. Las viejas generaciones hacen lo posible por describir lo que los profesores hacen "mal" y "bien", y prescribir recetas mágicas sobre de lo que deberían hacer mejor. Asimismo, han hecho que el mercado transforme las labores docentes en tareas que poco tienen de profesional del conocimiento. Las nuevas generaciones muestran esa falta de respeto cotidianamente en el aula mediante innumerables y creativas formas de lidiar con la obligación de asistir a las escuelas y trabajar en "lo que el profesor le diga". La principal representación del cuerpo profesional de profesores es el Colegio de Profesores, que tampoco lo hace tan mal contribuyendo al desprestigio de la profesión mediante su constante énfasis público en su labor como trabajadores asalariados y reaccionarios a los cambios. Yo creo que los profesores son mucho más que lo que presentan los medios y sus dirigencias. Los profesores son los profesionales que aportan diariamente al aprendizaje del país y que se transformarán en una área clave si es que asumimos el desafío de tener una economía extensa basada en el conocimiento.

Existe un concepto llamado el "aprendizaje de la observación" (apprenticeship of observation), que explica en parte la percepción de que enseñar es fácil. Para aprender a ser profesor, esta idea adquiere sentido en cuanto crea un estereotipo de la labor docente que se transmite diariamente durante los doce años de escolaridad obligatoria y adicionalmente en el ambiente tradicional de las universidades. En suma, un profesional que se titula de una carrera de 5 años es muy probable que considere que enseñar es fácil, pues ha estado expuesto como estudiante a 17 años de prácticas docentes. Es tal vez eso, y la poca exposición que tenemos en nuestras vidas diarias con otras profesiones, incluso cuando estudiamos en la universidad, lo que explica esa percepción de que cualquier profesional puede ser profesore, pero que lo contrario no puede ocurrir, porque se asume que en las otras profesiones si se requiere preparación (para ser profesor, no tanto). Esa percepción está profundamente equivocada, como nos cuenta Katerine Pávez en su historia como profesora novata, y como nos pueden contar los miles de profesores que a diario trabajan apasionadamente en todas las escuelas y liceos del país.

Pero entonces, ¿cuál es la solución para que ser profesor tenga un estatus mayor al que hoy tiene? No hay una simple respuesta a esta pregunta. Pero si hay acciones que podrían tomarse desde algunos sectores. Un inicio es la valoración simbólica de la profesión docente mediante una nueva imagen publicitaria. Pero otros más profundos requieren de voluntades mancomunadas. Las universidades complejas deben hacer más investigación para entender cómo contrarrestar ese aprendizaje de observación, cuya tradición no tiene sentido en el ambiente tan complejo y altamente estimulado por las tecnologías de información y comunicación en que hoy viven nuestros estudiantes obligados a estar en escuelas y liceos por extensos periodos de tiempo. Los políticos deben dar señales claras respecto a la valoración docente, convocando al su cuerpo profesional a debatir en vez de obedecer ciegamente lo que una burocracia tan influyente como la educativa puede dictar. Los profesores (o mas bien sus dirigencias) deben también hacer un esfuerzo en ofrecer más que un reclamo eterno y reactividad negativa a los cambios, por ejemplo participando colaborativamente en las definiciones de calidad docente y las formas de motivar esas prácticas entre sus miembros, así como también rechazar a quiénes no se la jueguen por esa calidad. Ellos ocurre con otras profesiones, y les otorga autonomía y las empodera. No se necesita un cuerpo reaccionario, sino uno cuyo mayor foco sea la propuesta pensada en el país, y especialmente la parte del país que día a día está obligada a asistir a sus clases en escuelas y liceos, y que al final son los que hacen única esta profesión: el ser profesor.

1 comentario:

  1. Me gusta lo que escribiste, creo que es bastante certero el análisis que haces respecto a la labor docente que se realiza en general.
    Este tema ha estado implícito desde hace mucho tiempo, pero en general nadie se hace cargo de ello. Es sin dudas en mucho sentido la poca responsabilidad con que se toma la educación y la poca valorización de la labor por parte de distintos sectores lo que decanta en todos estos vicios que tú mencionas. Seguramente si se exigiera más a quienes realizan la actividad se cambiaría algo, pero igualmente se debe propiciar a que los docentes hagan un buen trabajo, sobretodo mejorando las condiciones.
    Teníamos nosotros igual en la Universidad profesores que poco tenían de docentes e igual nos hacían clases, pero a quienes nos hacen clases no se les pide que se formen igualmente como docentes. Se tiene de todo y de ese todo se saca poco.
    Me parece que se deben hacer cambios grandes en el sistema educativo en general, pero no existe la voluntad política de hacerlo y el negocio de una educación a este nivel es rentable para quienes están al mando de ella.

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